
No veo la hora de ir al Gigante, quiero estar ahí, lo necesito. Tengo un película que me da vueltas por la cabeza día tras días, espero que se cumpla (no la digo por una cuestión de cabala, ustedes me entenderán). Los días se hacen interminables parece que nunca va ser domingo, las calles parecen otras, la gente está distinta.
Cómo se extrañan las banderas, los colores, la magia, todos gritando, enloquecidos, enojados pero con esa pasión que hemos heredado de familia o por opción o por lo que sea, pasión al fin.
Tengo ganas de volverme a encontrar con la gente que solo la veo en la cancha, con la que comparto el abrazo de gol o la amargura de una derrota.
Que grande que es Central, que lindo que es ser parte de esta locura. Eso de enojarse, llorar, reír, gritar, compartir esta muy bueno. Eso de juntarse en un lugar para ir rumbo al Gigante, eso de comer una piza popular antes del partido (esta mejor), o el chori violeta por la falta de cocción. Es como el viejo Casale si de algo hay que morir yo elijo morir así, con los mios, gritando un gol, abrazándome con no se quién, llorando de emoción. Y siendo de Central.
El domingo arranca, ya estamos, ya se escuchan los cantos, ya se sienten los canallas. Que bueno, no veía la hora que comenzara.